El cosmos está constituido por todo lo que es, lo que ha sido o lo que será. La contemplación del cosmos nos perturba. Sentimos un hormigueo en la espina dorsal, un nudo en la garganta, una vaga sensación, como si fuera un recuerdo lejano, de que nos precipitamos en el vacío.
El término space music ha evolucionado y cambiado desde que fue utilizado por primera vez hace medio siglo. Aunque existe un acuerdo generalizado entre los programadores de radio de música espacial, críticos musicales, autores y editores sobre el sonido y los usos de este tipo de música, no ocurre lo mismo a la hora de definir el término y cómo encuadrarla dentro de los diferentes géneros musicales. Algunos la relacionan con la música ambient, aunque ambos términos acaben siendo un poco ambiguos. Otros afirman que la space music es un subgénero de la new age (independiente de la música ambient) y no los usan indistintamente.
A continuación os indicamos los programas especiales que hemos dedicado a este tipo de música:
Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios del Oriente que se dedicaban al estudio de las estrellas, y preguntaron: —¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo.
Una de las explicaciones más aceptadas es que la Estrella de Belén podría haber sido una conjunción planetaria, donde dos o más planetas se alinean en el cielo, creando la ilusión de una estrella brillante. En particular, se ha destacado la gran conjunción de Júpiter y Saturno en el año 7 a.C., que pudo haber sido vista como un único punto luminoso en el cielo. Este tipo de eventos puede resultar en fenómenos visualmente impactantes que podrían haber sido interpretados como señales divinas.
Sin embargo, esta propuesta ha sido desacreditada por varios astrónomos, pues de acuerdo al movimiento registrado, Júpiter y Saturno no pudieron estar lo suficientemente juntos para parecer un solo punto brillante en el cielo nocturno.
Según un artículo del periodista científico Walter Sullivan para The New York Times publicado en 1977 la estrella podría haber sido una nova o una supernova. Una nova es un fenómeno que ocurre cuando hay una explosión nuclear en la superficie de una estrella, mientras que una supernova es la explosión catastrófica de una estrella masiva. Se ha registrado un evento similar por astrónomos chinos en el año 5 a.C. conocido como "estrella escoba" puesto que estos astros se presentan en el cielo como un meteoro pero con cola, que podría coincidir con la narrativa bíblica.
Sin embargo, no se han encontrado evidencias concluyentes de supernovas que coincidan con el tiempo del nacimiento de Jesús.
Algunos investigadores han propuesto que la Estrella de Belén podría haber sido un cometa. Aunque los cometas son generalmente rápidos y no se quedarían visibles por mucho tiempo en un lugar específico del cielo, su apariencia brillante y su cola podrían haber sido interpretadas como un signo celestial. El cometa Halley es uno de los candidatos más mencionados. Se sugiere que su aparición en el año 6 a.C. pudo haber sido interpretada como la Estrella de Belén. En representaciones artísticas, como las de Giotto, se le atribuye una cola característica de los cometas.
Sin embargo, los cometas conocidos durante ese período no habrían servido como guía para los Reyes Magos porque su posición habría ido cambiando con la rotación de la Tierra y, además, para los astrólogos del pasado los cometas solían ser un presagio de un desastre inminente.
Una nueva teoría es que la Estrella de Belén fue producto de dos ocultaciones del planeta Júpiter por la Luna en la constelación de Aries en el año 6 a.C., un evento que fue ilustrado en las monedas de la época.
A pesar de estas teorías, la verdadera naturaleza de la Estrella de Belén sigue siendo un misterio. La falta de evidencia concreta y registros históricos precisos dificulta llegar a una conclusión definitiva sobre lo que realmente fue este fenómeno.
Acceso anticipado para mecenas: 12 de julio de 2024 Acceso público: 16 de julio de 2024
Los primeros registros de la observación de Marte se remontan a la era de los antiguos astrónomos egipcios en el II milenio a. C. Más tarde, aparecieron los primeros registros chinos sobre los movimientos de Marte antes de la fundación de la dinastía Zhou (1045 a. C.). Los astrónomos babilónicos realizaron observaciones detalladas sobre la posición de Marte, que sirvieron para desarrollar técnicas aritméticas que predecían la posición futura del planeta. Los antiguos filósofos griegos y los astrónomos helenísticos desarrollaron un modelo geocéntrico para explicar los movimientos del planeta. Las mediciones del diámetro angular de Marte se pueden encontrar en antiguos textos griegos e indios. En el siglo XVI, Nicolás Copérnico propuso un modelo heliocéntrico para el sistema solar en el que los planetas siguen órbitas circulares alrededor del Sol. Esto fue revisado por Johannes Kepler, que pudo ajustar la órbita elíptica de Marte a los datos observacionales.
La primera observación telescópica de Marte fue realizada por Galileo Galilei en 1610. Un siglo después, los astrónomos descubrieron distintas características del albedo del planeta. Fueron capaces de determinar su período de rotación y la inclinación axial. Estas observaciones se hicieron principalmente durante los intervalos de tiempo en el que el planeta estaba situado en oposición al Sol, en los cuales Marte se acercó más a la Tierra.
A principios del siglo XIX las innovaciones en la fabricación de los telescopios permitieron empezar a mapear Marte. El primer mapa de Marte fue publicado en 1840, seguido por mapas más refinados a partir de 1877 en adelante. Cuando los astrónomos creyeron equivocadamente que habían detectado agua en la atmósfera marciana, la idea de la existencia de vida en Marte se popularizó entre el público. Percival Lowell creía que se podía ver una red de canales artificiales en la superficie de Marte. Estas características lineales demostraron posteriormente ser una ilusión óptica, y se demostró que la atmósfera era demasiado delgada para soportar un entorno parecido a la Tierra.
Se han observado nubes amarillas en Marte desde la década de 1870. Eugène Antoniadi sugirió que se debían a arena o polvo que era soplado por el viento. Durante la década de 1920 se midió el rango de temperatura de la superficie marciana: de –85 a 7°C. Se encontró que la atmósfera planetaria era árida con indicios de oxígeno y agua. En 1947 Gerard Kuiper demostró que la fina atmósfera marciana contenía mucho dióxido de carbono; aproximadamente el doble de la existente en la atmósfera de la Tierra. Desde la década de 1960, múltiples ingenios espaciales robóticos han sido enviados para explorar Marte desde su órbita y su superficie.