publicado el 29 de junio de 2021
Estamos acostumbrados a escuchar música en cualquier espacio y en cualquier circunstancia. La vida moderna nos permite llevar encima unos auriculares y tener acceso instantáneo a una biblioteca interminable de canciones.
La música que escuchamos en La Frontera Perdida se presta más a una escucha atenta y pausada, son músicas que reclaman nuestra atención porque no son músicas fugaces, no son intrascendentes, no son volátiles. Son músicas perennes, son intensas, son extraordinarias. Son nuestras músicas interiores.
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PAUL HORN: INSIDE
Este fue mi segundo viaje a la India y la séptima vez que visité el Taj Mahal. Es una experiencia inolvidable estar allí. La majestuosidad del lugar hace tambalear la imaginación y la atmósfera silenciosa hace que el alma comience a brillar en lo más profundo.
Dentro de la cúpula central descansan los cuerpos de Shah Jahan y Mumtaz Mahal, sepultados hace más de 300 años. Siempre hay un hombre allí de guardia informal que explica con gran orgullo las inscripciones y el magnífico trabajo de incrustaciones florales en el mármol de las tumbas. De manera inesperada, lanza una "llamada" vocal cada pocos minutos para demostrar la notable acústica que emana de la sólida cúpula de mármol de 18 metros de diámetro y 24 metros de alto. (El álbum comienza con esta "llamada"). Más tarde descubrí que su orgullo proviene del hecho de que él pertenece a la decimocuarta generación de la familia que hizo todo el trabajo de incrustación de piedras semipreciosas que adornan toda la estructura, y hasta la fecha cualquier trabajo de reparación que ha de ser realizado debido al vandalismo o negligencia o causas naturales es realizado por este hombre y su familia.
Desde la primera vez que escuché su voz allí, no podía creer lo que oía. Nunca escuché algo tan hermoso. Cada tono quedó suspendido en el espacio durante 28 segundos y la acústica es tan perfecta que no se podía saber cuándo se detuvo su voz y el eco tomó el relevo. Además, el tono individual no se difundió como en otros grandes salones, sino que permaneció puro y redondo hasta el final.
Esta vez había traído mi flauta con la mínima esperanza de poder tocar al menos una nota en esa irrepetible cámara.
Un amigo llamado Larry Kurland, un fotógrafo independiente de Nueva York, y un niño indio de 14 años llamado Sankar estaban conmigo. He conocido a Sankar hace un mes en un pequeño pueblo del Himalaya llamado Swargashram. Acababa de llegar para mi segundo peregrinaje con mi gurú espiritual Maharishi Mahesh Yogi y cuando bajé del pequeño ferry que me acababa de llevar a través del sagrado Ganges, una pequeña voz me dijo: "¿Llevo tus maletas, Sahib? ¿Vas a casa de Maharishi?". Desde entonces se unió a mí y nos hicimos buenos amigos. Actuó como intérprete y guía y me ahorró muchas rupias cuando vio que se iban a aprovechar de mí. Nunca había visto el Taj, así que lo llevé ese día. Llevaba mi flauta y Larry hacía fotos por todas partes, algunas de ellas se pueden ven en este álbum. Sankar estaba terriblemente enfermo de disentería esa mañana en Nueva Delhi, pero parecía bastante restablecido ahora, probablemente debido a una combinación de las pastillas que estaba tomando (que dijo que eran "geniales") y la abrumadora belleza del Taj Mahal.
Cuando estábamos dentro de una de las cámaras exteriores que daban a la cúpula central, Sankar me entregó mi flauta y dijo: "Toca, Sahib. Aquí está la flauta del Señor Krishna". (El Señor Krishna es un dios hindú que era una encarnación que descendió al plano terrestre hace unos 5000 años y siempre se le representa tocando o sosteniendo la flauta. Solía atraer a las matronas, a quienes apreciaba mucho, por cientos con su flauta mágica. ¡Los tiempos no han cambiado nada!)
La cúpula central estaba demasiado llena de turistas para tocar allí, así que me senté en el suelo de esta antecámara y comencé a tocar. Incluso aquí, con un techo bastante bajo, el sonido era asombroso, ya que rebotaba y rebotaba en las paredes de mármol sólido. Algunas personas se acercaron y se pararon a nuestro lado. Sonreían con alegría por los sonidos y estaban fascinados con mi flauta dorada. Un par de monjes hindúes se acercaron y hablamos un rato. Se estaba haciendo tarde y teníamos que volver a Delhi. La cúpula central todavía estaba demasiado llena, así que guardé mi flauta y los tres nos dirigimos a regañadientes hacia la entrada. Nuestro chófer había estado esperando fuera toda la tarde. Entramos en el coche y comenzamos el polvoriento y accidentado viaje de tres horas hasta el hotel Oberoi en Nueva Delhi. Los sonidos de la flauta aún resonaban en mi cabeza.
Un mes después estaba de nuevo en Agra. Estaba produciendo una película y planeábamos filmar aquí durante unos días. Además del Taj, íbamos a filmar el Fuerte de Agra, el Mausoleo de Akbar y Fatehpur Sikri, la Ciudad Fantasma. El primer día, brillante y temprano, llegamos al Taj Mahal para prepararnos para el rodaje del día siguiente. Qué bueno era estar de nuevo en ese encantador lugar. Cerré los ojos y sentí un cálido resplandor en mi interior y pensé "qué suerte tengo de poder estar aquí tantas veces". Sankar estaba conmigo. Habíamos conectado mucho. Le pagaba 10 rupias al día como intérprete y para hacer trabajos ocasionales para el equipo (como conseguirnos una Coca-Cola cada cinco minutos, ¡hacía tanto calor! Un día bebí 25 de esas malísimas cosas. Si el calor no te doblega, esa bebida lo hará).
Entramos en el mausoleo. La familiaridad que sentí me creó una sensación extraña, casi como si estuviera en casa. Sobrenatural. El mismo joven custodiaba las tumbas dentro de la mampara circular de mármol que las rodea. Esto por sí solo es una maravilla en sí misma, de la altura de un hombre y tallado en un solo bloque de piedra que aparenta ser tan delicado como un encaje. Cada pocos minutos hacía esa "llamada" que tanto me emocionaba. Su voz parecía estar ahí para siempre en esa gran cúpula. Subí y comencé a hablar con él. Tenía esa cercanía cálida y hermosa que tienen muchas de las personas de allí. Le dije lo mucho que me gustaba su voz, que yo era músico y que me encantaría tocar mi flauta allí. Quedamos para un encuentro alrededor de las 8:30 esa noche. A esa hora hay muy poca gente y dispondría de una hora para tocar antes de cerrar. Cierran a las 9:30.
Fue una noche muy cálida cuando Earl Barton (de California), John Archer (de Inglaterra), Sankar (de Rishikesh) y yo llegamos una vez más al Taj. No tuve la suerte de tener luna llena, que supuestamente es el momento más mágico para estar allí. Pero había suficiente luz de luna mezclada con ese aire caliente para dar una sensación de suspensión y un encanto únicos. Estaba lleno de emoción y expectación mientras subía las escaleras de dos en dos hasta la plataforma de mármol sobre la que descansa el Taj. Penetramos por la entrada flanqueada por un arco. ¡Sin turistas! ¡Qué tranquilo, silencioso, suave y eterno! Se quemaba algo de incienso y una vela solitaria colocada sobre la tumba de Arjumand Banu Begum (Mumtaz Mahal), para quien se había erigido esta incalculable maravilla del mundo, parpadeó, proyectando sombras fantásticas a través de la pantalla de mármol en las paredes circulares. Shah Jahan, en su tumba adyacente, parecía vigilar misteriosamente todo. Me acerqué a mi amigo, el guardia, desde atrás y cuando se giró la sonrisa en mi rostro se congeló y se convirtió en incredulidad. ¡No era mi amigo sino otra persona! John Archer, ajeno a esto, comenzó a preparar su equipo de grabación. Dije "Namaste" con las manos juntas al educado estilo indio. Él asintió. Abrí el estuche de mi flauta. "¿Qué está haciendo?" -preguntó. Dije: "Me gustaría tocar mi flauta aquí". "No puede hacer eso". "¿Por qué no?" "Porque esto es una tumba", respondió. "Pero ustedes cantan aquí, ¿no?" -dije. "Cantamos a Dios", respondió con mucho énfasis. "Bueno, yo toco mi flauta para Dios", dije, con el mismo énfasis, y la saqué del estuche y la monté. Me estaba marcando un farol y preguntándome hasta dónde sería capaz de llegar. John Archer estaba casi listo y yo me senté en medio de las tumbas y toqué una única nota. Estaba usando mi flauta alta y el Do bajo simplemente salió volando y llenó toda la estancia y se quedó allí. No lo podía creer. Fue lo más hermoso que escuché en mi vida. El guardia se quedó allí paralizado. Toqué algunas notas más. No dijo nada. Le indiqué a John, que tenía puestos sus auriculares de monitoreo, que empezase a grabar. Simplemente comencé a tocar lo que se me vino a la cabeza. Dejé las notas flotando allí. Podía tocar acordes enteros y regresaban sonando como un coro de ángeles. Luego toqué mi siguiente frase sobre todo eso. Había toda una orquesta invisible suspendida en la oscuridad de la cúpula. Después de unos minutos me detuve. El guardia pareció disfrutarlo sinceramente. Ahora sonreía y le hice señas para que hiciera su "llamada". La hizo, y le indiqué a John que siguiera grabando en las cintas.
A estas alturas eran las 9:30. Dijo que era hora de cerrar y que tenía que hacer sus rondas. Cuando empezó a irse se dio la vuelta diciendo "pero usted quédese". Estábamos todos tan felices.
Earl y Sankar estaban sentados a un lado detrás de mí matando mosquitos. Empecé a tocar de nuevo. Después de un minuto abrí los ojos y miré mis brazos sosteniendo la flauta. Estaban cubiertos de los mosquitos más grandes que vi en mi vida. Simplemente volví a cerrar los ojos y seguí tocando. ¿Os lo podéis imaginar? No sufrí ni una pìcadura en toda la noche. Sin embargo, sucedió algo gracioso. Al escuchar más tarde esa noche las grabaciones en mi habitación del hotel, escuché a este mosquito hacer ¡Bzzzzst! justo en medio de una improvisación. Me hizo reír. ¡El pequeño quería formar parte del espectáculo y aquí está inmortalizado! El único mosquito que "lo logró". Puedes escucharlo en "Agra", aproximadamente a los 42 segundos.
En otra ocasión hubo una explosión de fuegos artificiales en la distancia celebrando una boda, y aunque estaba a poco menos de un kilómetro de distancia, da la sensación de que estaba justo en medio. Eso sucede en "Mumtaz Mahar", aproximadamente al 1 minuto y 45 segundos.
Todo el lugar estaba completamente desierto. El guardia regresó al cabo de un rato con dos hombres más. Uno de ellos fue mi "amigo" que se disculpó por llegar tarde. Había traído consigo a un amigo cercano que era un muy buen cantante.
Le dije al hombre: "Yo tocaré y tú cantarás". Toqué una frase corta y luego me detuve y le indiqué que hiciera lo mismo. Se dio cuenta de inmediato e hicimos un hermoso dúo que tenía tanta empatía que sentí que debía titularlo "Unidad". Hablaba muy poco inglés y yo hablaba muy poco hindi, pero creamos esta música juntos sin conocernos en absoluto. La música es realmente ese lenguaje universal que une los espíritus de la humanidad.
Eran alrededor de las 11:00 de la noche. Grabamos toda la cinta y todos estábamos un poco cansados. Después de recoger, bajamos lentamente las escaleras hasta el jardín. Mientras caminábamos a lo largo del estanque de alabastro hacia la entrada, mi mente recordó a un héroe de la infancia. Su nombre era Richard Halliburton y escribió un libro llamado "The Royal Road To Romance" a mediados de la década de 1920. Era un niño con grandes deseos de aventura y de hacer "cualquier cosa al menos una vez". Un día salió de una clase de economía en la universidad y nunca regresó. En cambio, siguió sus sueños y viajó por todo el mundo haciendo y viendo todo lo que pudo y trabajando en cualquier cosa extraña que se lo permitiera. Este libro es su autobiografía. Durante una de sus aventuras se quedó toda la noche dentro del Taj Mahal, escondiéndose de los guardias cuando cerraron, y fue a darse un chapuzón en esta misma piscina de alabastro junto a la que caminaba ahora.
No pude evitar sentir que en ese momento, unos 45 años después, ¡había hecho algo aún más especial!
Selección musical ©2021 Javier Bedoya para lostfrontier.org