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Las primeras menciones conocidas de Mercurio fueron hechas por los sumerios y datan del tercer milenio a. C. Los babilonios (2000-500 a. C.) hicieron igualmente nuevas observaciones sobre el planeta, denominándolo Nabu o Nebu, que en su mitología significa el mensajero de los dioses.
Los observadores de la Antigua Grecia llamaron al planeta de dos maneras: Apolo cuando era visible en el cielo de la mañana y Hermes cuando lo era al anochecer. Sin embargo, los astrónomos griegos se dieron cuenta de que se referían al mismo cuerpo celeste, siendo Pitágoras el primero en proponer la idea.
Las primeras observaciones con telescopio de Mercurio datan de Galileo en el siglo XVII. Aunque él observara las fases planetarias cuando miraba a Venus, su telescopio no era lo suficientemente potente para distinguir las fases de Mercurio. En 1631 Pierre Gassendi realizó las primeras observaciones del tránsito de Mercurio cruzando el Sol cuando vio el tránsito de Mercurio predicho por Johannes Kepler. En 1639, Giovanni Zupi usó un telescopio para descubrir que el planeta tenía una fase orbital similar a la de Venus y la Luna. La observación demostró de manera concluyente que Mercurio orbitaba alrededor del Sol.
Durante muchos años se pensó que la misma cara de Mercurio miraba siempre hacia el Sol, de forma sincrónica, similar a como lo hace la Luna respecto a la Tierra. En 1965 se constató que el periodo de rotación era de 59 días. El astrónomo italiano Giuseppe Colombo notó que este valor suponía una resonancia orbital de 2:3, es decir, Mercurio rota tres veces cada dos años mercurianos. Más tarde, la Mariner 10 lo confirmaría.
La magnitud aparente de Mercurio varía entre −2,0 (brillante como la estrella Sirio) y 5,5. La observación de Mercurio es complicada por su proximidad al Sol, deslumbrado en el resplandor de nuestra estrella. Mercurio sólo se puede observar por un corto período durante el crepúsculo de la mañana o de la noche.
Mercurio es más fácil de ver desde el hemisferio Sur de la Tierra que desde el hemisferio Norte. El ángulo de Mercurio incide de manera máxima con la eclíptica, permitiendo elevarse varias horas antes que el Sol y no se pone hasta varias horas después del ocaso en los países situados en latitudes templadas del hemisferio Sur. Por contraste, en las latitudes templadas del hemisferio Norte, Mercurio nunca está por encima del horizonte en más o menos a medianoche.
Como muchos otros planetas y estrellas brillantes, Mercurio puede ser visto durante un eclipse solar.
Llegar hasta Mercurio desde la Tierra supone un significativo reto tecnológico, ya que su órbita está mucho más cerca del Sol. Una nave espacial con destino a Mercurio lanzada desde nuestro planeta deberá de recorrer unos 91.000.000 de kilómetros. Comenzando desde la órbita terrestre a unos 30 km/s, el cambio de velocidad que la nave debe realizar para entrar en una órbita de transferencia para pasar cerca de Mercurio es muy grande comparado con otras misiones planetarias.
La sonda Mariner 10 (1974-1975) fue la primera en estudiar en profundidad el planeta Mercurio. Previamente había visitado Venus y utilizó la asistencia de trayectoria gravitacional de Venus para acelerar hacia Mercurio.
Sobrevoló tres veces Mercurio y tomó 10.000 imágenes de gran parte de la superficie del planeta. La misión finalizó el 24 de marzo de 1975, cuando se quedó sin combustible y dejó de mantener el control de orientación.
Mariner 10 fue la última sonda espacial dentro del programa Mariner de la NASA. Fue lanzada el 3 de noviembre de 1973, dos años después de la Mariner 9. Su misión era probar un transmisor experimental en banda X, explorar la atmósfera, superficie y características físicas de Venus y Mercurio y validar la asistencia gravitatoria, usando en este caso a Venus para acelerarse en su trayecto final hacia Mercurio.
Estaba dotada de un rastreador de estrellas con el que seguía a Canopus y sensores solares. El interior de la nave fue aislado con múltiples mantas térmicas en la parte superior e inferior. La nave portaba un escudo térmico que se desplegó después de su lanzamiento para proteger a la nave en el lado orientado hacia el Sol. Cinco de los ocho compartimentos de la electrónica llevaban también cortinillas regulables para controlar la temperatura interior.
Los instrumentos a bordo de la nave espacial midieron la superficie de la atmósfera y las características físicas de Mercurio y Venus. Un transmisor experimental en banda X, de alta frecuencia, fue trasladado por primera vez en esta nave espacial.
En 1974, tras detectarse un fallo en el sistema de control de actitud, se utilizó propelente adicional para realizar las maniobras; ante un inminente agotamiento del propelente, corría peligro el correcto acercamiento a Mercurio y la posición de la antena apuntando hacia la Tierra. Como medida desesperada, se decidió dirigir adecuadamente los paneles solares para que pudieran ser utilizados a manera de vela solar, lo que proporcionaría el empuje necesario para reemplazar algunas de las maniobras que requerirían gasto adicional de propelente.
De esta manera, aunque en forma accidental, se utilizó por primera vez la presión de la luz en las cercanías del Sol a manera de vela solar, lo que en este caso produjo que se salvara la continuidad de los objetivos de la misión.
Debido a que la nave espacial consumió la totalidad de su combustible, ya no le resulta posible corregir su dirección para apuntar a la Tierra, por lo que se ha perdido contacto con la misma y simplemente ha quedado a la deriva, orbitando alrededor del Sol.
Selección musical ℗2024 Javier Bedoya para lostfrontier.org