Michael Stearns






En los tiempos que corren es cada vez más habitual comprobar cómo los artistas que se ganan la vida creando música (y que tienen talento, lo cual ya es menos corriente) se dedican a explorar todo tipo de posibilidades y a descubrir nuevos mundos de sonidos conjugando las cualidades que poseen los instrumentos convencionales (sobre todo los más ligados a las culturas primitivas) y los más sofisticados tecnológicamente hablando, los que solemos conocer como electrónicos. Así, es fácil observar en perfecta armonía una poderosa batería de sintetizadores, samplers, secuenciadores y demás cachivaches japoneses, codeándose con didgeridoos, palos de lluvia, percusiones surtidas, flautas, guitarras, voces e incluso sonidos naturales.

Nuestro hombre comenzó a estudiar la guitarra clásica en 1960 y formó parte de bandas de rock y de jazz de la época. Con 16 años ya tocaba ante audiencias de más de 7.000 personas. Sin embargo, pronto sintió curiosidad por probar nuevas vías. Mientras estudiaba en la Universidad del Pacífico compuso su primera pieza de música electrónica, en 1968. Tras ello se pasaría los siguientes cuatro años estudiando síntesis y física de los instrumentos.
En 1972 conseguiría formar su estudio en Arizona y se empezó a dedicar a componer música para anuncios. En 1975 se trasladaría a Los Angeles para convertirse en músico residente del Emily Conrad's Continuum Studio, lo cual no le impidió continuar con sus experimentos jazzístícos durante dos años más.
En 1977 publica por fin su primer álbum, titulado Ancient Leaves, para continuar con una etapa que parece estar inspirada por melodías cósmicas, espaciales y celestiales. Precisamente por ello, la NASA y el Laserium deciden utilizar su música para ambientar sus presentaciones en 1982. En el 83, Michael Stearns trabajará con uno de los mayores talentos cinematográficos, Maurice Jarre, colaborando en las películas Fire Fox y Dreamscape. Otras bandas sonoras seguirían a continuación y pronto se vio involucrado en la composición de temas para series de televisión como El Mundo de los Exploradores.

En 1984 renueva su estudio en Santa Monica y firma por el sello Sonic Atmospheres. Al año siguiente su música será emitida vía satélite desde más de 200 emisoras en Estados Unidos en el programa de Stephen Hill Music From the Hearts of Space. La conextón a estas alturas de Michael Stearns con el cosmos es más que evidente.
En 1986 vuelve a crear música para una nueva película de Ron Fricke, Sacred Site, centrada en la aparición del cometa Halley sobre Ayer's Rock, en Australia. Por aquél entonces su reputación había trascendido los medios y publicaciones como Music Technology, Keyboard o Electronic Musician ya hablaban prolíficamente de él.

1989 sería un año donde su carrera espacial se reorientaría hacia ambientes más terrenales, dedicándose a viajar a Japón, Indonesla, Java y Bali para grabar música indígena y sonidos de erupciones volcánicas. De aquí surgió la banda sonora de la película Ring of Fire.
Michael también realizaría un concierto en el festival Harmonia Mundi celebrando el premio Nobel de la Paz entregado al Dalai Lama y posteriormente se uniría a los gurús Steve Roach y Kevin Braheny para rendir culto a una de las fuentes de inspiración más poderosas para todos estos artistas: el desierto.

1990 y 1991 los pasaría viajando por Costa Rica, las Galápagos y Brasil para componer la música de Tropical Rain Forest y Baraka, entre otras.
A finales de 1992 se traslada a Santa Fe y construye el Earth Turtle Studio. En esta época su involucración con la cultura india americana comenzaría a hacerse fuerte y ello se vería reflejado en sus siguientes trabajos. A pesar de ello, Michael Stearns no dejará de estar especialmente activo y viajará a Seúl para producir una banda sonora para el Goldstar Science Center y grabar un nuevo album de colaboración con Steve Roach y Ron Sunsinger.
Más viajes y nuevos proyectos vinculados al mundo audiovisual se repetirán estos años, donde la nota predominante vendrá determinada por los conciertos y sus incursiones en temas relacionados con la naturaleza en todas sus variantes, pasando por el desierto, los bosques tropicales y el mundo subacuático.

La influencia de Michael Stearns en el cine tras toda esta brillante carrera pasa por figurar en películas como Star Trek, Titanic de James Cameron o Vampiros de John Carpenter. Y por contarse entre los más reputados autores del género electrónico-espacial después de llevar más de 20 años explorando nuevos territorios sonoros, descubriéndonos una larga lista de extraordinarios álbumes repletos de mundos perdidos.

©1999 Javier Bedoya










—¿Cuál fue la principal razón que te impulsó en 1968 a aprender tanto como te fuera posible sobre la síntesis musical electrónica para aplicarla posteriormente en tus propias composiciones?

—Cuando escuché el sonido de los primeros sintetizadores, de la forma en que eran utilizados por Wendy Carlos y grupos como Emerson, Lake and Palmer en Lucky Man, se me metió de lleno en mi cabeza y entonces supe que tenía que dejar mis estudios de guitarra y abrazar las nuevas tecnologías.


—¿Es la música electrónica una buena manera de descubrir otros mundos inexplorados? ¿Te ayuda a tí particularmente a hacerlo?

—La música electrónica es un jeroglífico en cuanto a lo que representa ser un humano más allá de las formas en que habitualmente nos describimos a nosotros mismos culturalmente. En ese sentido, supone un contexto para descubrir lo inexplorado.


—¿Crees que la música espacial puede ayudarnos a encontrarnos a nosotros mismos, a encontrar nuestro yo más interior?

—Sí, puede ser ciertamente un contexto apropiado para esa exploración.


—Varios de tus temas tienen que ver con la vida extraterrestre. ¿Qué opinas sobre ello?

—He tenido varias experiencias directas con lo que entendemos como «vida extraterrestre» y a menudo siento, al igual que imagino que lo sentiría un extraterrestre, que he venido aquí para ver este mundo.





Encounter: Awaiting the Other, Encounter (1988)





—Desde tus primeros trabajos siempre pareció claro tu interés por el Universo.

—Sí, y siempre se ha mantenido desde que era un niño.


—¿Cómo tuvo lugar tu relación con la NASA en 1982?

—Fue la NASA la que contactó conmigo. Querían que contribuyera musicalmente con material para sus presentaciones públicas multimedia.


—¿Ha influído esta relación de forma consciente en tus trabajos posteriores?

—En realidad no. Fue un gran halago para mí que a ellos les gustara mi música y yo sabía que podía mejorar sus presentaciones.





Planetary Unfolding Side A, Planetary Unfolding (1981)





—¿Supuso tu entrada en el famoso sello Hearts Of Space de Stephen Hill un lanzamienro de tu carrera a un público más mayoritario?

—El hecho de que mi música se emitiera desde 1978 en el programa de Stephen Hill Música Desde los Corazones del Espacio ciertamente ha expuesto mi música ante una audiencia mucho más amplia. El haber firmado con su sello también ha tenido su impacto, aunque no es comparable al efecto de su programa de radio.


—¿No te crea una cierta satisfacción el hecho de tener editados varios de tus discos en un sello tan reputado?

—Sí...


—¿Qué ha supuesto para tí haber trabajado con artistas de la talla de Steve Roach o Ron Sunsinger?

—Ha sido una maravillosa oportunidad de colaborar musicalmente con artistas de ideas similares.





—¿Cómo organizas tu trabajo cuando tienes que crear música para la banda sonora de una película? ¿Dejas que las imágenes se expresen por sí mismas, sigues el guión de forma estrecha o te das el lujo de componer con absoluta libertad, sintiéndote independiente de cualquier otra cosa?

—Es diferente con cada película y director. Con algunos dispongo de mucha más libertad, pero generalmente hay detrás un montón de dirección. Una película es un proceso de colaboración que sucede a través de la participación de las muchas individualidades implicadas, incluyendo al compositor.
Hubo una época en que se me pedía que sonorizara una película como artista, con mi propia visión. Así es como hice Chronos, de Ron Fricke, y Baraka. Pero a menudo se me pide que sea un artesano que asista el esfuerzo del equipo.


—En este sentido, ¿fue Baraka un proyecto especial?

Baraka fue un proyecto muy especial, un proyecto que supuso una gran oportunidad para crecer a un nivel personal y colectivo. Una oportunidad para viajar y conocer a otros compositores y músicos a los que yo admiraba desde hacía tiempo.





Mantra/Organics, Baraka (Music from the Original Motion Picture Soundtrack) (1993)





—Últimamente has estado implicado en temas que tienen que ver más con la naturaleza que con el espacio. ¿Se está produciendo una evolución en tu vida a crees que esto está simplemente causado por motivos estrictamente de trabajo?

—Yo no suelo hacer distinciones entre «espacio» y «naturaleza» en la forma en que muchas otras personas lo hacen. Ambos conceptos se entremezclan y me siento profundamente enraizado en los dos. La mayor parte de mi inspiración más profunda sobre el material que he compuesto para el género «espacial» surgió precisamente de sumergirme en el mundo natural.


—¿Cómo te organizaste para componer música inspirada en los indios americanos?

—Vivo en el Sudoeste de los Estados Unidos, en Santa Fe, Nuevo Mexico, en el centro de lo que se conoce como la tierra de los indios, o también Medicine Country. Aquí estamos constantemente inmersos en los valores y culturas nativos. En la radio local hay programas que ponen música india. Y yo he crecido aquí, en el Sudoeste. La tierra aquí es el paisaje de mi alma y de mis sueños en este planeta. Mi planteamiento para la música surge orgánicamente de mi participación con la tierra y la gente de aquí.


—En 1997 trabajaste otra vez para el cine y para las estrellas mezclando la banda sonora de una película tan especial para tanta gente como Star Trek. ¿Disfrutas con este tipo de trabajos? ¿Te gusta la ciencia-ficción?

—Sí, disfruto con mi trabajo y me gusta la ciencia-ficción.
Participar en la creación de películas de otras maneras en lugar de ser el compositor me permite descubrir otras facetas del proceso, me ayuda a desarrollar otras habilidades.
Recientemente acabo de volver de un viaje a Sri Lanka con el autor de ciencia-ficción Sir Arthur C. Clarke, principalmente conocido por escribir 2001. Sir Arthur está trabajando con el director Ron Fricke en una película IMAX para la cual yo compondré la música y también produciré la banda sonora. De momento se titulará Infinito y se realizará en el 2001.





—¿Crees que los instrumentos electrónicos pueden ayudarnos a sentirnos más próximos a nuestros orígenes? Me refiero al tipo de composiciones como las que puedes encontrar en Kiva, por ejemplo. Son temas que están directamente conectados con nuestra parte más terrestre, en lugar de otras piezas que sugieren ambientes más espaciales. ¿De qué forma se pueden relacionar ambos mundos a través de la música?

—Este tipo de música proporciona un contexto que nos ayuda a ser conscientes de nuestras conexiones, ambas aquí y en estados que podrían ser difíciles incluso de imaginar para los occidentales. Para los indios americanos y para muchas otras culturas primitivas del mundo estos estados interactúan unos con otros a cada momento. Sólo la mentalidad occidental los ha dividido.





Imu Paru, The Lost World (1995)





—¿Crees que es importante enseñar a los niños a escuchar desde que son muy pequeños?

—Es importante proporcionarles un ambiente para que escuchen y ser el modelo energético de esa escucha. Se excitarán por nuestra propia excitación con los mundos que se abren a través de la inmersión en diferentes músicas. Y nosotros, a cambio, nos inspiraremos y aprenderemos a través de sus experiencias.


—¿Estamos escuchando música de la forma correcta como adultos para comprender todo lo que tenemos que oír?

—Todavía no. Pero estamos aprendiendo.




18 de junio de 1999





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